Soy potro, muy
joven, creo que tengo 2 años y me han comprado hace unos días en una de las
Subastas que se organizan al efecto. A mis compradores, un grupo de amigos muy
aficionados a las carreras de caballos, se les ve muy felices y sobre todo
ilusionados; creo que tienen la intención de hacerme un campeón.
En
relativamente poco tiempo, debo aprender a galopar, a coordinar la respiración,
a entrar en los cajones de salida –“jo qué rollo, es lo que menos me gusta”- y
a una cosa muy difícil que a bastantes hermanos míos, mayores que yo, a veces
les continúa pasando: aprender a correr recto, sin ladearme y poner en riesgo a
otros “colegas” de carreras.
Mi
casa es muy grande: se llama Hipódromo de la Zarzuela; para nosotros es como
una “Urba” que tiene de todo. Mi habitación, pequeña pero cómoda, me permite
descansar cuando las obligaciones lo permiten; tenemos un patio grande donde
nos bañan, nos acicalan y paseamos después de cada entrenamiento. Además,
tenemos las pistas para correr muy cerca.
Si
me permitís, os voy a contar cómo paso un día y las sensaciones que tengo.
Pronto, muy pronto estoy abriendo los ojos; posiblemente sean las 4,30 – 5,00
de la mañana. Uno de los mozos de la cuadra (persona encargada de cuidarme y
que no me falte de nada), me abre la ventana para ver amanecer y que entren los
primeros rayos de sol en mi box (así se llama, creo, a mi habitación). Me sacan al patio central donde me lavan y
así me desperezo, me pasan un cepillo por el lomo y dando vueltas , me voy
secando. Vuelvo a mi habitación y me traen la comida. Seguidamente, me pasa a
ver un médico –“le llaman veterinario”- por si necesito algún medicamento para ponerme sano y fuerte
y, además, cuando lo necesito, viene el “zapatero” (“perdón, herrero se llama”)
que me coloca los zapatos correctamente para que no me haga daño al correr
(“aquí está mal visto llamarlos zapatos, creo que se dice herraje”).
Comienzo
a ponerme un poco nervioso porque se aproxima la hora de irme a las pistas a
entrenar; es un corte porque a veces hay señores con relojes apuntando lo que
tardamos mis compañeros y yo en realizar una prueba (“ y encima van luego y lo
cuentan a todos, ¡qué vergüenza!”). Hago
unos trabajos –perdón, cánter es lo correcto- y en la parte final me hacen
aprender a entrar en unos armarios metálicos grandes llamados cajones de
salida; hasta ahora no me ha pasado nada, pero tengo amigos que al entrar se
han hecho daño en una pata y ya no quieren entrar más.
Vuelvo
a mi casa, me lavan, paseo por el patio y entro en mi habitación a comer. ¡ Qué
hambre ¡. Descanso hasta por la tarde donde ó vuelvo a pasear por el patio, ó
me llevan a dar una vuelta por la “Urba” andando. Regreso a mi “nido” y duermo
plácidamente. En ocasiones, principalmente los fines de semana, vienen a verme
mis “jefes”; se traen a sus hijos, me dan zanahorias, me acarician y relincho un poco para hacerme notar. Sé que
hablan con el mozo y le preguntan cómo ha ido mi semana, mis entrenos, si me
han herrado….. y, sin que yo les oiga –pero me entero-, les preguntan cuándo se
estima vaya a correr por vez primera (“debutar” dicen se llama esto). Están
deseando verme, sentir más que nunca que soy suyo, decir a los amigos y familiares “habéis visto
cómo galopa????”. Yo estoy asustado porque sé, que cuando llegue ese día, los
nervios pueden traicionarme. Sólo esa circunstancia puede hacer que no galope
más y mejor que los compañeros a los que veo a menudo en las pistas entrenando.
Mis padres me dijeron que los días de carreras son distintos y que notaría
cuando llegan…. Y llegó ¡¡¡, no quise entrar en los cajones (“y me pusieron una
marca, un 2 en los papeles que llevan todos para ver quiénes corremos, que
significa que no le gusta entrar en los cajones”), pero gané. Ví como todos mis jefes corrían hacían mi, el
mozo lloraba y cientos, miles de personas se pusieron en pie para aplaudirme y
aclamarme cuando regresaba a mi casa (“box, perdón nuevamente).
Recuerdo
como el señor que me guiaba, al que llevaba encima (“me entero que se llama
jockey”), pegaba un salto de mi grupa y me daba besos acariciando mi melena. ¡¡
Qué cansancio!!!. Me acordé de mis padres…….. “jo que si sentía lo que era un
día de carreras…” Sólo quiero descansar y que me den un buen baño de agua. De
regreso oí como alguien decía “…. Si continúa así hay que buscarle carreras
en Francia…”. Con lo que me gusta esta
casa, habrá patio en la de Francia????????
Trío Reversible
Rafael Luque
11-06-2012
me a gustado muchiiiiiiisimo lo que escribes hoy en el blog por cierto hablanda de las carreras en francia creo que no tenemos nivel para llevar a correr a nadie lo unico que se consigue es destrozar a los caballos que aqui podian ser grandes que casos de esos ya conocemos muchisimos y me da a mi que con ABDEL como no le traigan pronto de alli nos lo destrozan tambien estoy de acuerdo que hay que probar a los caballos pero si es no es no no se consigue nada siguiendo probando la avaricia rompe el saco el carudel seguramente lo hubiese ganado y se hubiese llevado una alegria todo el mundo creo que debian haberlo retirado al ver el estado de la pista que en francia hay muchisimo nivel y luego pasa lo que pasa 5 ha ni se sabe los cuerpos del ganador y corrian 6 es una pena espero que los propietarios empiezen a pensar mas en sus caballos y no tanto en sus bolsillos no se le puede pedir peras al olmo
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